Una mala noche es presagio de un mal día, bueno, eso decía mi abuela…

Digo eso por el insomnio y un pequeño sueño extraño, pero mi abuela estaba un poco perturbada por los cuentos de la gente del pueblo.

Despierto destapado, con el frío de la mañana, esto me hace pensar en un chocolate caliente, con esos panecillos recién horneados, que dejan su recuerdo aromático en cada cerrar de ojos,  pero la casa solitaria me pone en mis deseos, un vaso de leche y fría.

Bajar las escaleras, es una rutina que siempre me pone mal, no soporto esos escalones que truenan como relámpagos de tormenta, es un cuento de terror cada peldaño, pero el suelo firme, es la meta de mis piernas atolondradas.

Un espacio, una rendija de la ventana, hace que un rayo tímido de luz (sin permiso alguno) se adentre a acompañarme, aún es pequeño y no alcanza a iluminar la cocina, en tanto aumenta, mis palabras se extienden a relatar lo que soné y quizás uno que otro sentir, ante las sombras juguetonas que inventas, bebo mi conformación, el cálido acompañante se agranda, se va

El silencio calla, los ruidos del día hacen pequeños conciertos en mi oído. Termino mi charla matutina con la pequeña chispa y me dispongo ansioso a caminar bajo mi enorme acompañante brillante.